viernes, 22 de agosto de 2014

La verdad no se puede comprar


El emperador de Persia se había restablecido contra toda previsión, de una enfermedad grave. Convocó a sus consejeros y les dijo: "Quiero saber qué piensan de mí. ¿Me consideran un buen emperador? Sin miedo, digan la verdad, a cada uno de ustedes le regalaré una piedra preciosa". 
Los consejeros se presentaron, uno por uno, delante del trono del emperador, elogiando en forma exagerada sus virtudes. Cuando le tocó su turno al sabio Elaím, éste le dijo al emperador: "Preferiría callar, porque la verdad no se puede comprar". 
El emperador replicó: "De acuerdo, no te daré ninguna recompensa pero, de igual forma, habla libremente".
 Elaím dijo: "Mi emperador, ¿quieres saber lo que pienso de ti? Pienso que eres un ser humano con muchas debilidades y muchos defectos, como cada uno de nosotros. Sin embargo, tus errores tienen consecuencias mucho más graves: de hecho, todo el pueblo se queja de los impuestos tan altos. Creo que gastas demasiado en organizar fiestas, en construir palacios y, sobre todo, en tus guerras".
 El emperador quedó muy impresionado de estas críticas y comenzó a reflexionar seriamente. Finalmente hizo que le dieran, a cada uno de sus consejeros, una piedra preciosa como había prometido y, a Elaím, lo nombró canciller. 
Al día siguiente los aduladores se presentaron ante el emperador diciendo: "¡Oh emperador!, el comerciante que te vendió estas joyas debería ser consignado porque las piedras que te vendió son falsas".
 "Lo sé bien", respondió el emperador, "son tan falsas como sus palabras".

 Lefebre, Pierre. La vida enseña. Pàg 9.



Puerto Gongora Alfredo Javier,Villanueva Couoh Francisco Jesus ,Escalante Perez Lorenzo (Julio 2013) LÓGICA. Editorial Book Mart, Mexico. Pàg 59.

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